Tambaleándose
un poco llegó a sentarse en una de las sillas que estaba vacía,
entre el grupo de sus amigos, los cuales estaban tomando champan y
fumando mientras observaban al resto de amigos que bailaba entre los
demás danzarines, al son de las mejores notas del vals, fox , mambo,
jazz o de la habanera y el de la milonga, que salía de los
instrumentos y voces de la Wallace Hartley Band. Cogió una copa
llenándola hasta rebosar, mojándose el índice y el pulgar de la
mano izquierda, dejo la botella de champan entre una imprecación al
espumoso, el alcohol empezaba a hacerle efecto, no estaba mareado, si
un poco “cargadete”.
El
grupo se percató entonces de su presencia, - ¿Fox dónde estabas?
Veo que aliviando tus supersticiones.
No
son supersticiones, son visiones Sr. Hen, dejémoslo estar, ustedes
no lo entienden.
Hola
Sr. Fox – le saludo la Srta. Lips (ella una chica que se sentía
atraída por él....eran viejos amigos).
Él
la observo un momento antes de contestarle con un.. hola, veía una
joven de unos 25 años, enfundada con un vestido forrado
con extensos bordados, la parte de la falda estrecha que deja marcar
sus sensuales líneas, luce un collar de perlas de tres vueltas
alrededor del “cuello de gacela”, fina barbilla, labios bien
dibujados y carnosos, los ojos negros, pelo castaño, al rostro lo
adornaban unas graciosas pecas.
¿Bailamos
Srta. Lips? Le preguntó sin pensarlo. Ella accedió.
Al
cabo de un par de temas, debido a los pisotones que estaban
recibiendo los delicados pies de la dama, ella le propuso dar una
vuelta por las clases inferiores. Bajaron unas lujosas escaleras, el
tambaleo de Fox hizo que al llegar casi al final, se apoyara en al
pasamanos, quedando su cabeza detrás de las nalgas de la escultura
de un ángel - bonito culo. Ella se rió de la escena y el
comentario.
En
la sala de telecomunicaciones habían recibido mensajes repetitivos
de advertencias durante todo el día anterior, el sábado 13 -
grandes bloques inmensos de hielo desprendidos del ártico, bajan
flotando hacia el sur-.
El
capitán del buque Edward Smith, se encontraba descansando, le habían
comunicado la recepción de los mensajes. Le daba vueltas a la
cabeza, él siempre intuyo que su vida acabaría en el mar lo que le
hizo visitar varios videntes y todos coincidieron en que moriría en
un desastre marino. Recordaba la conversación con su amigo Fox sobre
la semejanza de una novela del escritor Morgan Robertson, Jon Fox el
amigo con el que compartía sus creencias en ocultismo y veía en
esos relatos una predicción. Ahora sobre su catre analizaba sus
pensamientos, recordando el incidente ocurrido por la mañana del día
anterior, el incendio que lograron apagar en la carbonera de la sala
de caldera Nº
5. Y cuando por la noche se cruzaron con el buque
Rappahannock,
también les advirtieron de los
icebergs
avistados -
No será en este barco, se decía, el Titanic es insumergible, es
nuestro primer viaje y para mí el último por que me voy a jubilar,
tan solo por eso. Llevamos navegando 5 días desde que salimos de
Southampton, habiendo anclado en el puerto de Queenstown
y seguimos navegando a 21 nudos dirección a Nueva York. Se levanta y
da nuevas órdenes al sexto oficial James Moody.
A
los pocos minutos el J. Moody es informado - el vigía ha avistado un
iceberg-, a partir de aquí todo transcurrió de manera acelerada. Se
noto una pequeña sacudida, seguida de un ruido, el cual no llegaron
a percibir todos los viajeros.
Jon
Fox y la Srta. Anna Lips seguían explorando el barco entre diálogos
banales, cuando los dos hicieron el mismo tambaleo, se miraron
extrañados. Siguieron sin darle importancia hasta que se toparon con
el diseñador del barco Thomas Andrews que junto al carpintero
corrían como poseídos.
¿Que
le ocurre Fox? – se ha quedado blanco. Él la cogió por los
hombros y le dijo - me parece que algo grave a ocurrido y puede traer
grandes consecuencias, debemos mantenernos tranquilos, pero no esta
de más que vayamos hacia la cubierta de los botes. Ella que lo
conocía bien dudo, pero al final accedió, total resultaría un
paseo más.
Las
comunicaciones entre mandos y el protocolo hizo que no diera tiempo
de esquivarlo, les había dado el suficiente para parar los motores
y direccionarlo marcha atrás, gracias a las últimas ordenes que le
había dado el capitán Smith,
la velocidad del Titanic había sido reducida a 10 nudos, aún así
el pequeño choque frontal no se pudo evitar por la inercia de sus
50.000 toneladas.
Los
daños de proa habían sido mínimos, nada que no se pudiera
arreglar, todo quedó en un susto, el Titanic pudo seguir su trayecto
hasta buen puerto.
Al
llegar a la cubierta de los botes Jon Fox con la cara desencajada se
subió en uno y quedó allí sentado, mirando a la Srta. Anna Lips.
Ella
hizo un gesto negativo con la cabeza y se marcho al encuentro del
resto de sus amigos que seguían de fiesta en la sala de baile.
Durante
los dos días que tardaron en llegar al puerto de New York Jon Fox
como si esperara naufragar a las 23.50h seguiría sentándose en un
bote.
José
Portillo
Buen relato,ojala hubiera ocurrido este final.
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