El
grupo se percató entonces de su presencia, - ¿Fox dónde estabas?
Veo que aliviando tus supersticiones.
No
son supersticiones, son visiones Sr. Hen, dejémoslo estar, ustedes
no lo entienden.
Hola
Sr. Fox – le saludo la Srta. Lips (ella una chica que se sentía
atraída por él....eran viejos amigos).
Él
la observo un momento antes de contestarle con un.. hola, veía una
joven de unos 25 años, enfundada con un vestido forrado
con extensos bordados, la parte de la falda estrecha que deja marcar
sus sensuales líneas, luce un collar de perlas de tres vueltas
alrededor del “cuello de gacela”, fina barbilla, labios bien
dibujados y carnosos, los ojos negros, pelo castaño, al rostro lo
adornaban unas graciosas pecas.
¿Bailamos
Srta. Lips? Le preguntó sin pensarlo. Ella accedió.
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En
la sala de telecomunicaciones habían recibido mensajes repetitivos
de advertencias durante todo el día anterior, el sábado 13 -
grandes bloques inmensos de hielo desprendidos del ártico, bajan
flotando hacia el sur-.
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A
los pocos minutos el J. Moody es informado - el vigía ha avistado un
iceberg-, a partir de aquí todo transcurrió de manera acelerada. Se
noto una pequeña sacudida, seguida de un ruido, el cual no llegaron
a percibir todos los viajeros.
Jon
Fox y la Srta. Anna Lips seguían explorando el barco entre diálogos
banales, cuando los dos hicieron el mismo tambaleo, se miraron
extrañados. Siguieron sin darle importancia hasta que se toparon con
el diseñador del barco Thomas Andrews que junto al carpintero
corrían como poseídos.
¿Que
le ocurre Fox? – se ha quedado blanco. Él la cogió por los
hombros y le dijo - me parece que algo grave a ocurrido y puede traer
grandes consecuencias, debemos mantenernos tranquilos, pero no esta
de más que vayamos hacia la cubierta de los botes. Ella que lo
conocía bien dudo, pero al final accedió, total resultaría un
paseo más.
Las
comunicaciones entre mandos y el protocolo hizo que no diera tiempo
de esquivarlo, les había dado el suficiente para parar los motores
y direccionarlo marcha atrás, gracias a las últimas ordenes que le
había dado el capitán Smith,
la velocidad del Titanic había sido reducida a 10 nudos, aún así
el pequeño choque frontal no se pudo evitar por la inercia de sus
50.000 toneladas.
Los
daños de proa habían sido mínimos, nada que no se pudiera
arreglar, todo quedó en un susto, el Titanic pudo seguir su trayecto
hasta buen puerto.
Al
llegar a la cubierta de los botes Jon Fox con la cara desencajada se
subió en uno y quedó allí sentado, mirando a la Srta. Anna Lips.
Ella
hizo un gesto negativo con la cabeza y se marcho al encuentro del
resto de sus amigos que seguían de fiesta en la sala de baile.
Durante
los dos días que tardaron en llegar al puerto de New York Jon Fox
como si esperara naufragar a las 23.50h seguiría sentándose en un
bote.
José
Portillo