La
esquela
Una esquela me dieron.
Mario Miguel Moreno
el difunto.
Como otras tantas esquelas
no menciona esposa, hijas,
padres, padres políticos,
hermanas/os, cuñados/as,
del difunto.
Mario tenía esposa e hijas,
y las perdió .
Las perdió tanto que en la esquela
no se encuentran.
Recuerdo años atrás,
las veces que lo vi llorar
por sus hijas no poder ver,
se consoló con el mal beber.
Vivió muy solo, en pensión,
en un piso, en el coche
y de vuelta a la pensión
-
pensión suena a prisión -
Alcoholizado al trabajo
acudía,
en algunas ocasiones día tras día,
lo ha convertido en su propia enfermedad.
De sus actos solo quieren ver la fealdad.
Avisado, de su puesto es desterrado,
ya casi todo el mundo le da de lado.
A sufrido muchísimo en cuerpo y espíritu,
sus últimos días de soledad y tristeza.
Incluso
soledad siendo ya,
el difunto.
A su entierro ha acudido más gente de la
que tuvo
a su lado en vida y eso que fuimos pocos.
·
En
su adiós acudimos compañeros del trabajo,
alguno de los que le dieron la patada traicionera.
·
También
acudieron sus hijas, las que tanto
amaba y no podía verlas, no se el porqué.
·
Acudieron
sus hermanas, conocí a una en la
capilla del tanatorio, llegó una hora
después de mí.
Sí querido Mario, se acordó de ti la
familia,
aún que tú ya no los vieses con los ojos
que se te cerraron.
Desde donde estes verías igual que yo. El
desamor,
ira, recelos juveniles y adultos, lágrimas
sinceras,
lágrimas fingidas para
el difunto.
Lenguas hirientes
cual venenosas serpientes.
Si te preguntas, ¿ por qué en el día del adiós, en tu viaje
hacia la esperanza, no hay paz ?
Te respondo, por que tú eres
el difunto.
Y se comportan igual que cuando vivías.
Al final se que das las
gracias a los tuyos,
que te han acompañado en tus últimas
horas.
Y que sobre todo agradeces la compañía de
tu
amiga, que te alivió y te hizo olvidar
algunas
horas de sufrimiento, que no abandonó tu lucha.
P.D.
Amigo, si no fuera por esta indeseada
situación no habría escrito esto
y
me gustaría recordarte siempre,
como cuando estabas de buen humor,
alegre a pesar de los pesares y sonriendo.
Cometí el error de verte,
estabas en una caja protegido por una urna
de cristal, tus cerrados
párpados ocultaban aquella mirada triste, que
querías esconder
cuando sonreías con los labios que ahora
aparecían sellados,
y desfigurados, al igual que el resto de
tu rostro no parecías tú,
el difunto.
De tu compañero y amigo Porti